Norma recuerda la dedicación de su madre, quien siempre entregó todo por su comunidad, inculcándoles el valor del servicio desde pequeños. El comedor, ahora bajo su dirección, atiende a más de 130 personas diariamente, con meriendas especialmente pensadas para los niños.
A pesar del apoyo municipal, los recursos son limitados. Las donaciones privadas, una vez abundantes, ahora escasean, haciendo que Norma deba recurrir a la comunidad para mantener el comedor abierto. Cada aporte, por mínimo que sea, es crucial para asegurar que nadie se quede sin comer.
La situación actual contrasta con tiempos pasados, cuando el gobierno brindaba un respaldo más sólido. Antes, el comedor era un refugio constante para familias enteras; hoy, con recursos menguantes, cada paquete de fideos cuenta.
Norma hace un llamado desesperado a la solidaridad, solicitando donaciones de alimentos y ofreciendo la posibilidad de contribuir a través de Mercado Pago, desde su alias «normarosalia». Además, el comedor acepta donaciones de ropa y dispositivos para combatir el frío, ayudando así a aquellos que luchan por sobrevivir.
Ubicado en la dirección Huergo 2380, el comedor se convierte en un faro de esperanza para quienes se enfrentan a la incertidumbre de no tener qué comer. La colaboración de la comunidad es vital para mantener viva esta invaluable labor solidaria.